Los trabajadores esperamos afuera, en el patio, a la sombra del sol. El aula de capacitación todavía no está lista. Los trabajadores dormitan, conversan, ven sus celulares, hacen muecas, una escribe. 

-¿Qué escribes?-le pregunto invadido por la curiosidad.

-Ah, niñito-me dice Emilda, una señora de Boca Negra-a veces escribo… Para pasar el tiempo…

Su voz grave, me gusta, pero más me gustan sus ojos, aún más las bromas roncas que hace ella y su morena amiga del barrio. Emilda continúa, mientras yo veo la caligrafía en el papel.

-Escribo, hijo, de mi esposo… No sé nada de él.

Emilda me empieza a contar que no sabe nada de su esposo. Que en su intento de irse a los Estados Unidos ha tenido que viajar a El Salvador para, de ilegal, pasar por la frontera mexicana. No sabe nada de él durante días. Yo me acuerdo que leí en el periódico del domingo que hay mafias que tienen el control de esos sitios y de que ultiman a los inmigrantes para mantener su régimen del miedo y para lucrar con las vidas de los que quieren un futuro mejor. Maduramente, no se lo digo.

-Oh, seño. ¿No tiene modo de comunicarse con él?

-Naada…

-¿Y… la embajada… algo?

“Es ilegal”, piensa garabateando ahora el papel.

La Negra nos ha escuchado. Se une a la conversación. Como ha escuchado, le da una palmada a Emilda. “Uy… hija… Ojalá llame”, le dice. Me mira, consternada. ¿Qué podemos hacer? Ni un carajo.

-Sí… Sí… Sus hijos están preocupados…-nos dice la gruesa Emilda sentada en la carpeta de la escuela.

-Del 1 al 8 vengan-llama el coordinador. La capacitación ya empieza. Emilda está entra los voceados. Se para, se limpia las lágrimas que le salieron, nos dice gracias.

-Dale amiga-le dice mi Negra mirándola y luego mirando a un objeto inubicable en este colegio pueblolibrense- hay que hacer la del Payaso nomás… Sonreír, sonreír. Ya se verá una solución…

La Negra, madre sola, tiene una morenita bonita que baila frente al televisor. Al igual que nosotros, se aguanta las barrabasadas de esta institución del Estado que nos tiene más de 8 horas laborando. Al llegar a casa, juega con la niña y lorea con la gente del barrio en la esquina. Así pasa sus días mi Negra linda y conversadora. A veces, en los días difíciles, sonríe. Usa el método, la del payaso, la que le queda.

14-08-15